Historias
By:
  • Carlos Escobar

Gabriela toma un descanso en la Estación de Recepción de Migrantes de San Vicente, a las orillas del Darién panameño. Ella es una joven ecuatoriana, madre de cuatro hijos, que con voz pausada afirma tener que llegar a los Estados Unidos por una sola razón; asegurar un mejor futuro para su hijo Lucas, de tres años, quien padece una compleja condición médica y se encuentra en Ecuador junto a su padre y dos hermanos. 

Gabriela, una joven migrante ecuatoriana, toma un descanso en la Estación de Recepción de Migrantes de San Vicente, Panamá, después de atravesar el Tapón del Darién junto a su hijo de quince años. Foto © Ana Javier / OIM Oficina Regional San José de Costa

Mi hijo es especial. Yo decidí salir por él. Necesitaba buscar una alternativa para su bienestar, para cuando ya esté más grande”, dijo Gabriela

Gabriela tomó la decisión de migrar junto a su hijo mayor de quince años y tres amigos venezolanos, pues, según ella, había visto en redes sociales que la travesía desde Suramérica hasta Norteamérica por el Tapón del Darién no era tan complicada. Pensando que así sería, empacó sus maletas y se trasladó hasta Cali, Colombia, para después dirigirse a Medellín y Necoclí, último paso antes de adentrase en la selva. 

“Nosotros veíamos videos que lo hacían parecer muy fácil, que en un día se pasaba la selva del Darién. Algunos amigos me habían dicho que a uno le ayudaban, que no había problema. Mentira, estando allá yo lloraba, gritaba, me arrepentía de haberme venido”, dice Gabriela con lágrimas en sus ojos en tanto repite que nunca más lo volvería a hacer. 

Sus sueños pronto se transformaron en una horrible pesadilla. Su hijo mayor enfermó por la falta de comida y agua potable, sin tener otra opción que continuar su camino. Invadida por la desesperación, ella relata que se encomendó a Dios, y aferrada a su hijo atravesaron ríos caudalosos y barrancos enlodados, los mismos donde una cantidad no determinada de migrantes ha muerto buscando una vida mejor. 

"Yo solo oraba por mi vida y la de mi hijo. En medio de la desesperación escuché unas voces, me estaban llamando por mi nombre, el grupo de amigos con los que había iniciado esta travesía me habían mandado a buscar, ya estábamos cerca de llegar al otro lado", recuerda con voz entrecortada. 

Con un gesto reflexivo, como si los recuerdos de la selva invadieran su mente, Gabriela dice estar viva de milagro y agradece porque su hijo se encuentra mejor. De su familia en Ecuador no sabe nada desde que se internó en la selva. 

Gabriela es una de las 15.185 personas ecuatorianas que han cruzado de manera irregular la frontera de Panamá y Colombia entre enero y octubre de 2022, una cifra significativa si se compara con las 368 registradas en 2021, según información del Gobierno de Panamá. Ahora, la ecuatoriana es la segunda nacionalidad más vista en el Darién, solo superada por la venezolana, que creció un sorpréndete 5.160% (2.819 - 148.285) entre inicios 2021 y octubre de 2022. 

Gustavo Bejarano, su esposa y tres hijos, son parte de los miles de venezolanos que han decidido salir de su país debido a la difícil situación social y económica. 

La gran mayoría de las personas migrantes venezolanas que llegan a Costa Rica lo hacen junto a sus familias, incluidas personas menores de edad. Foto: ©Maziel Vargas/ OIM Costa Rica

Salimos de allá por los niños, yo quiero ver a mis hijos estudiando, acostándose con tres comidas al día, eso no lo tenemos ahora, dijo Gustavo.

Después de un mes de recorrido desde Venezuela, Gustavo y su familia llegaron a San José, Costa Rica, donde han recurrido a la buena voluntad de las personas para conseguir algo de dinero que les permita seguir con su camino, pues en el Darién les robaron lo poco que tenían. 

Gustavo está decidido a llegar a Norteamérica, pues para él, volver a Venezuela no es una opción. “Allá, no tenemos nada, no tenemos a nadie. La única persona que tenía era mi hermano, pero a él lo mataron por no pagar una extorsión”.

Y es que después de arriesgar la vida en el Darién resulta difícil imaginar que alguien quiera retornar, sin embargo, esto no siempre es así. Ese es el caso de Alejandra Mejías, una venezolana de 28 años, que migró junto a su hijo menor y su pareja desde Colombia, donde vivía hace cuatro años, con la idea de conseguir un mejor empleo en los Estados Unidos para comprar una casa. 

Después de atravesar el Darién, Panamá, Costa Rica, Nicaragua y llegar al municipio de Trojes en Honduras, Alejandra recibió la noticia que podría perder la custodia de dos de sus hijos que se encontraban en Medellín, Colombia, bajo el cuidado de una amiga. Ahora, sin recursos económicos suficientes para comprar un tiquete de avión, esta joven madre busca desesperadamente regresar para no perder a sus hijos.

Alejandra, una joven migrante venezolana, desea continuar su ruta hacia Estados Unidos pero su mayor anhelo es volver a estar con sus hijos en Colombia. Foto © Sonia Lagos / OIM Honduras

Yo necesito regresar a Colombia como sea, porque no puedo perder a mis dos hijos, así me toque volver a cruzar la selva, tengo que volver, insiste Alejandra.

Asimismo, Alejandra manifiesta no querer continuar con el recorrido “porque la entrada a ese país está complicada”, refiriéndose al anuncio del gobierno estadounidense de un programa humanitario para que 24.000 de ellos puedan ingresar al país si hacen la solicitud de manera remota, a cambio de cerrar el paso a los que intentaban ingresar al país por tierra de forma irregular. 

Esta política migratoria dejó a miles de migrantes venezolanos, como Alejandra, a la deriva en México y otros países de Centroamérica. 

Recientemente un juez federal prohibió a los Estados Unidos seguir expulsando migrantes y solicitantes de asilo a México, decisión que puede repercutir en un significativo aumento en el número de migrantes irregulares atravesando el Tapón del Darién, que, a octubre de 2022, ya habían superado los registros totales de 2021 (211,355 y 133,726, respectivamente), alcanzando un nuevo récord.  

Entre la incertidumbre y la esperanza, todo parece indicar que migrantes como Gabriela, Gustavo y Alejandra, continuarán arriesgando sus vidas en la selva darienita buscando llegar a Norteamérica, en una lucha incansable por ofrecer a sus seres queridos oportunidades y condiciones de vida dignas, que en sus países de origen han resultado esquivas.