Historias
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  • Gema Cortés | Portavoz

Santa Cruz, Bolivia – En la fábrica de queso artesanal que Guillermo tiene en Santa Cruz, Bolivia, el aire está lleno del aroma tentador del queso parrillero recién elaborado. Se trata de un queso tradicional de Venezuela. Mes a mes en su trabajo él transforma la leche fresca en más de 1.500 unidades de queso artesanal que luego vende a una clientela cada vez mayor en todo el país. “Estamos preparados para trabajar, integrarnos a la economía local y mejorarla”, dice Guillermo, enfatizando las contribuciones positivas que los migrantes hacen  en sus nuevas comunidades.

La vida de Guillermo dio un gran giro cuando se fue de Caracas en 2017 en medio de preocupaciones referidas a su seguridad, llegando a Bolivia con tan sólo dos maletas.  A los 50 años volvió a empezar en Santa Cruz, una vibrante ciudad industrial. “Tuve que reinventarme”, recuerda. Al principio trabajar largas horas en una empresa de tecnología fue un verdadero desafío, pero luego su amor por Bolivia empezó a florecer. “Ahora es mi segundo hogar”.  

Formado como ingeniero electrónico, Guillermo nunca se imaginó que iba a vivir fuera de Venezuela. Luego de desempeñarse durante cuatro años en el sector tecnológico en Bolivia, en 2021 se aventuró a lanzar Delicatessen El Ávila, su negocio de artículos para el hogar que eventualmente lo llevó a la fabricación de queso durante la desafiante pandemia de COVID-19. “Observé que en esta zona no había quesos venezolanos y empecé a experimentar con distintas recetas”, explica.   

Guillermo desmenuza con su mano un queso mozzarella fresco para mostrar el proceso de producción artesanal que implica la elaboración de este tipo de queso. Foto: OIM/Gema Cortes
Guillermo verifica que la cuajada esté lista para proceder al corte. Foto: OIM/Gema Cortes
Los artesanos del queso elaboran mozzarella a lo largo de la línea de producción artesanal. Foto: OIM/Gema Cortés
Los queseros artesanales cortan mozzarella a mano. Foto: OIM/Gema Cortes

Las habilidades comerciales de Guillermo junto a las técnicas para la fabricación de quesos que adquirió por sus propios medios le permitieron lanzar su nuevo emprendimiento, que no fue meramente comercial sino que también se relacionaba con lo familiar y con su herencia cultural, y en el cual ahora emplea a cuatro compatriotas migrantes. Su difunta madre era oriunda de Bolivia, y a través de su trabajo de fabricación de queso, sigue con su legado y a la vez preserva la tradición culinaria de Venezuela.

Una visión a futuro

En cuanto al futuro, Guillermo planea expandir sus operaciones más allá de Bolivia, creando más oportunidades laborales tanto para los residentes locales como para las personas migrantes, puesto que considera que los migrantes aportan capacidades y fortalezas muy valiosas y por ende deben ser considerados como un verdadero capital humano y no como una carga. “Mi objetivo ahora es hacer crecer la empresa y dar trabajo a más personas. Quiero mostrar que tenemos talento y experiencia y que no todo se limita a empleos de baja remuneración”. En este momento su negocio abastece a varios restaurantes y a 35 supermercados en todo Bolivia, y también ofrece entrega en línea.

El negocio de Guillermo no solamente crea nuevas oportunidades para sí mismo sino también para otros integrantes de su comunidad como por ejemplo Carlos, uno de sus empleados venezolanos. “Como migrante, llegar a nueva ciudad puede representar un gran desafío. Pero esta fábrica se ha convertido en mi hogar”.

Guillermo hace una degustación de su queso artesanal con un cliente en la EXPOCRUZ, mostrando los ricos sabores. Foto: OIM/Gema Cortés
El stand de la OIM en FEXPOCRUZ promueve a 22 migrantes emprendedores. Foto: OIM/Gema Cortés
Los quesos parrilleros son exhibidos en un stand. Foto: OIM/Gema Cortes
Guillermo corta queso parrillero para convidar a los ansiosos clientes. Foto: OIM/Gema Cortes

Capacitación y transformación

En la FEXPOCRUZ – la mayor Feria Comercial Internacional de Suramérica – Guillermo muestra sus quesos hechos a mano a potenciales clientes de todo el mundo. Su queso parrillero – un queso blanco y salado similar al queso paisa de Venezuela– viene en siete sabores y está listo para expandirse a otras variedades como ricota y mozzarella. “Se trata de una gran oportunidad para nosotros, abre puertas a nuevos mercados en otros países”, dice él con pasión.

Con el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) Guillermo y otros 22 emprendedores migrantes compartieron un stand en esta feria comercial que atrajo a más de medio millón de visitantes.

Guillermo junto a compatriotas migrantes en Delicatessen El Ávila. Foto: OIM/Gema Cortes
Una rebanada del queso artesanal conocido como queso parrillero. Foto: OIM/Gema Cortes

“La OIM tiene el orgullo de apoyar a emprendedores migrantes como Guillermo”, dice Pamela Fernández, a cargo de la Oficina de la OIM en Bolivia. “Patrocinamos la feria y brindamos capacitación sobre capacidades comerciales básicas, orientación sobre marketing, gestión financiera y capital semilla”.

Tras haberse conectado con nuevos clientes, la producción de Guillermo casi se ha duplicado. “Los migrantes no son una amenaza. Todos tenemos sueños y capacidades y deben considerárselos como un capital humano de gran valor para las comunidades que nos albergan”, enfatiza. En Bolivia, Guillermo no solamente ha iniciado nueva vida sino que es también una Plataforma para transformar los desafíos en oportunidades para el éxito – tanto para él mismo como para sus camaradas migrantes.

Esta historia fue escrita por Gema Cortés, Unidad de Prensa de la OIM, Oficina del Enviado Especial para la Respuesta regional a la Situación en Venezuela.

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